Yo, Neandertal
Al frente de su equipo del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Leipzig, y  con la colaboración de decenas de investigadores de todo el mundo, entre ellos  varios españoles, Svante Pääbo ha culminado, por fin, su proyecto más ambicioso:  la secuenciación del genoma del hombre de Neandertal. Y resulta que, después de  todo, esa «otra» especie humana inteligente sí que dejó su huella en todos  nosotros. Una huella genética, imborrable y que consiste en cerca del 2% de  nuestro genoma. Usted, su familia, sus amigos, yo, todos los Homo sapiens de la  Tierra, excepto los africanos, llevamos genes de neandertal. Lo cual implica que  hubo cruce entre ambas especies, algo que hasta ahora no había  sido demostrado. Los resultados de esta espectacular investigación aparecen hoy  en la revista Science.
Han sido cuatro años de intenso trabajo para un  buen puñado de laboratorios y equipos de científicos de varios continentes. Pero  al final, el genoma de una especie humana extinta y muy cercana a la nuestra se  ha convertido en una realidad. A partir de más de 3.000 millones de «letras  químicas» de ADN fósil, los investigadores han conseguido construir la primera  secuencia completa del genoma del hombre de Neandertal. Y los resultados preliminares sugieren que por lo menos  el 2% del genoma de los humanos modernos no africanos proceden de esa especie,  desaparecida de la faz de la Tierra hace aproximadamente 30.000  años.«Tener una primera versión del genoma del Neandertal  convierte en realidad un sueño de hace mucho tiempo. Por primera vez podremos  identificar características genéticas que nos diferencian del resto de los  organismos, incluyendo nuestros parientes evolutivos más cercanos», afirma  Svante Pääbo.
La hazaña científica se ha realizado utilizando diminutas  muestras (apenas 400 miligramos) de varios huesos de hembras de neandertal  procedentes de los yacimientos de Vindija, en Croacia, el Sidrón, en Asturias, y  Rusia. Aplicando técnicas desarrolladas especialmente para ese fin, Pääbo y sus  colaboradores compararon después el genoma obtenido con el de cinco humanos  modernos procedentes de diferentes partes del mundo: un europeo (francés), dos  africanos (uno del sur y otro del oeste del continente negro), un asiático  (chino) y un habitante de Papúa Nueva Guinea.
Al realizar la comparación, los  investigadores se dieron cuenta de que la presencia de genes de neandertal era  mucho mayor entre los no africanos. Y que el flujo genético de neandertales a  humanos se produjo en algún momento entre hace 50.000 y 80.000 años. ¿Cómo es  posible, se preguntaron los científicos, que haya genes de neandertal en  poblaciones tan alejadas como Papúa Nueva Guinea, donde nunca hubo neandertales?  La explicación que mejor encaja con estos resultados es que el cruce debió  producirse después de que los primeros humanos modernos abandonaran Africa y se  encontraran con los neandertales fuera del continente negro, probablemente en  Oriente medio. Después, nuestros antepasados (y su carga genética) siguieron  expandiéndose por el resto del mundo.
«Todos los que vivimos fuera de Africa  -añade Pääbo- llevamos una pequeña parte de ADN neandertal en nosotros». Por  supuesto, al producirse el cruce, también una parte de nuestro propio genoma  debió de quedar impresa en el de los neandertales, aunque aún no ha sido posible  determinar qué porcentaje de su carga genética procede de nuestra propia  especie.
Entre todas las especies humanas que han existido, los  neandertales son sin duda nuestros parientes evolutivos más cercanos. Sus restos  más antiguos datan de hace cerca de 400.000 años y desde ese momento se  extendieron por gran parte de Europa y Asia occidental. Mucho tiempo después,  cuando los primeros humanos de nuestra propia especie abandonaron a su vez  África, se encontraron con ellos y compartieron muchos territorios durante por  lo menos diez mil años. Poco después, hace cerca de 30.000 años, los  neandertales desaparecieron sin dejar rastro y sobre la Tierra sólo quedó una  especie de Homo: la nuestra.
Para llevar a cabo sus estudios, los  investigadores usaron la menor cantidad posible de los huesos, utilizando un  delicado taladro de dentista para no dañar los fósiles, y llevaron a cabo su  investigación de laboratorio en condiciones de «ambiente limpio» estéril, para  evitar contaminar el material con ADN de humanos y otros organismos de hoy en  día. También eliminaron el muy abundante ADN microbiano que había colonizado  los huesos desde el lejano día en que sus propietarios murieron.
«Más del 95%  del ADN de una muestra -explica Pääbo- procede de bacterias y microorganismos  que colonizaron los restos de los neandertales después de su muerte». Por no  hablar de la contaminación genética a la que están expuestos los restos fósiles  al ser manipulados por los propios investigadores. Por ello, resulta de vital  importancia el desarrollo de técnicas «limpias» de extracción de los huesos.  Entre las mejores, está la desarrollada en el yacimiento asturiano de El sidrón  por el equipo del paleontólogo Antonio Rosas. Al encontrar un fósil y antes  incluso de tocarlo, todo el mundo abandona la cueva y sólo entra su descubridor,  enfundado en un traje de aislamiento biológico, que recupera el hueso y lo  guarda de inmediato en una cámara estéril para enviarlo al laboratorio.
Una  vez obtenido el genoma, el equipo de Pääbo se esforzó especialmente en localizar  regiones del genoma del humano moderno en las que los genes de neandertal se  hubieran expresado. Es decir, a buscar qué genes específicos de los neandertales  han sobrevivido en nuestra propia especie y cuáles son sus funciones. Esos  genes, probablemente, sirvieron para mejorar las probabilidades de supervivencia  y reproducción de nuestros primeros antepasados, y se perpetuaron después  expresándose en características concretas.
Pääbo y su equipo localizaron un  total de 212 regiones de nuestro genoma en las que eso habría podido ocurrir y  al final, lograron identificar varios de nuestros genes con una clara «impronta»  neandertal. Entre ellos, tres genes implicados en el desarrollo cognitivo y cuya  mutación puede desembocar en males como el síndrome de Down, la esquizofrenia y  el autismo. Y también otros genes involucrados en el metabolismo de energía, el  desarrollo del cráneo, la clavícula y la caja torácica.
Además, la  comparación entre los genomas de neandertal y de humanos modernos ha hecho  posible elaborar todo un catálogo de diferencias genéticas y que están  permitiendo a los investigadores identificar una serie de rasgos únicos y  exclusivos de nuestra propia especie. Un valioso manual de conocimiento que  permitirá, a partir de ahora, realizar un gran número de estudios específicos  sobre características concretas. Y quizá revelar aspectos únicos y desconocidos  de nuestra propia evolución."El ADN neardental refuerza la teoría de la expansión
de la humanidad moderna con asimilación"
El investigador y profesor de la Universitat de València Valentín Villaverde
considera “apasionante y muy enriquecedor” el nuevo debate abierto sobre 
el tipo de hibridación que se produjo entre neandertales y humanos modernos,
mientras reitera que el nuevo hallazgo sobre el ADN neandertal no contradice 
el origen africano de la población humana actual.
El catedrático de Paleontología y Arqueología apunta que a medida
que progrese la investigación, "podría ser necesario replantear la consideración
de los neandertales como una especie distinta".
El catedrático de Prehistoria y Arqueología de la Universitat de València Valentín
Villaverde argumenta que la obtención del genoma de los neandertales –presentado
a nivel mundial hace unos días por investigadores del Max Planck de Antropología
Evolutiva de Leipzig (Alemania)- refuerza una de las ideas defendidas por
paleontólogos y arqueólogos sobre el proceso de expansión de la humanidad
moderna en Europa.
Frente a las visiones de sustitución o evolución multirregional,se consolida
ahora la vía de expansión con asimilación, es decir, la población humana
moderna de origen africano se extendió por el Próximo Oriente y Europa
con episodios de hibridación genética con los neandertales de estas regiones.
La teoría de la sustitución, defendida durante los últimos años a partir de datos
cronométricos y genéticos, ha sido la dominante, mientras que la de
evolución multirregional había quedado en un ámbito científico más minoritario.
Valentín Villaverde destaca que los nuevos datos sobre el ADN neandertal reafirman
la teoría de la asimilación genética de neandertales por parte de los sapiens y este
hecho “en ningún momento contradice el origen africano de la población actual”.
A partir del hallazgo del genoma del neandertal del Max Planck, “es fundamental
precisar el alcance de esa posible hibridación, tanto en términos geográficos
como de poblaciones”, arguye Villaverde. De este modo,se originan nuevas preguntas: “
¿Qué alcance tuvo realmente esta hibridación? O si se produjo de forma
generalizada en todas regiones”.
Villaverde asevera que si se confirma el proceso de hibridación “se hace necesario
replantear la clasificación de los neandertales como una especie distinta
de los humanos modernos”.
Los nuevos interrogantes sobre la evolución humana resultan
“apasionantes y muy enriquecedores” para Villaverde,
porque se van a ampliar los conocimientos sobre esta hibridación del genoma neandertal,
los nuevos retos son
conocer si este proceso fue generalizado o, simplemente, puntual,es decir,
profundizan en el mismo en términos históricos”. Como recuerda el investigador:
“La arqueología puede intervenir de manera decisiva en este debate,
pues aporta datos sobre la conducta que permiten contextualizar los obtenidos
a través de la genética”.
El catedrático Valentín Villaverde realiza excavaciones en yacimientos con neandertales
desde principios de la pasada década de los 80, entre ellos, la Cova Negra de Xàtiva
y el Abrigo de la Quebrada de Chelva. Es experto en la caracterización
de la cultura material de los neandertales y en su modo de vida, especialmente,
en temas relacionados con el uso de los recursos alimenticios y la movilidad territorial.
Recientemente, Villaverde también ha contribuido al estudio del comportamiento
